̶ ¿Y tú crees que un europeo podrá ver un alux? ̶ preguntó Norte con voz pastosa, visiblemente afectado por el aguardiente.
̶
¡Pues claro!, incluso hay referencias de algún gringo que logró
verlos ̶ respondió con chanza mientras
se reía escandalosamente ̶ . En todo
caso te advierto que solo se pueden ver durante la noche.
Sorprendentemente Rosa Lila resultó
ser una bebedora experimentada que sobrellevó con una normalidad pasmosa la
media botella de Guaro que le había correspondido durante la larga sobremesa de
la cena.
Cuando una amable camarera les invitó con cortesía a abandonar el restaurante, se percataron que solo ellos
permanecían en el comedor y que, por el
aspecto de las mesas restantes, ya debía hacer un buen rato que todos los demás
clientes se habían marchado. Así que Norte se apresuró a pagar, sin olvidarse
de dejar una generosa propina y, entre risas, salieron al frescor de la noche.
̶
Los aluxes son algo parecido a vuestros duendes. Tienen un cuerpo
infantil pero con detalles y aspecto de personas adultas y se dedican a hacerle
travesuras a aquellos que desobedecen a los dioses pero, especialmente protegen
y cuidan las propiedades y cultivos de sus creadores y si sorprenden a alguien
robando en los huertos, les apalean y vuelven a pegar los frutos de donde los
tomaron.
̶
Pero ¿qué aspecto tienen? ̶ preguntó cada vez más interesado.
̶
En realidad son pequeñas figurillas amasadas con barro virgen y
compuestos a partir de elementos elaborados durante varios viernes. Los
animales del bosque les proporcionan lo mejor de sí –prosiguió Rosa Lila ̶
. Así, por ejemplo, las lagartijas les dan
sus patas para andar sigilosamente, las lechuzas sus ojos para ver en la
oscuridad, los monos sus brazos para trepar a los árboles y su corazón es una
mezcla del de paloma y el jaguar para conjugar ternura y valor.
̶ Pues
yo no quiero irme sin ver uno de esos seres
̶ afirmó rotundo, haciéndole un guiño ̶ . Así que no vas a tener más remedio que
acompañarme e iniciarme en los misterios de la cultura maya.
̶
Está bien ̶ contestó por fin Rosa
Lila, tras valorarlo durante unos instantes ̶ .
Conozco un lugar, no muy lejos de aquí en donde dicen que por las noches
se pueden ver. Se trata de un antiguo silo de trigo excavado en la piedra que
está fuera del sitio arqueológico. Solo necesitamos unos cigarrillos y un poco
de maíz para la ofrenda, una linterna y alguien que nos acerque hasta allí.
̶
Eso no es problema. Deja que hable con el recepcionista del hotel dónde
me hospedo. Seguro que él es capaz de solucionarlo.
Apenas veinte minutos después
viajaban dando tumbos en el asiento trasero del Tuc Tuc que los acercó en unos
minutos hasta una zona boscosa cercana y, tras pactar con el conductor que
volviera a buscarlos al amanecer, tomaron un pequeño sendero que Rosa Lila
iluminó con la potente linterna que le habían prestado.
Si el bosque hondureño durante el
día parecía misterioso y exuberante, durante la noche su aspecto se volvía
enigmático, impenetrable y, sobre todo, peligroso. La negrura más absoluta más
allá del haz de luz de la linterna y los ruidos lejanos de los monos
aulladores, con sus chillidos guturales y desgarradores contribuyeron todavía
más a esa sensación, tanto que instintivamente Rosa Lila y Norte se tomaran de
la cintura intentando aminorar la sensación de aislamiento y temor que ambos
comenzaban a sentir y que eliminó de un plumazo los últimos vestigios de
alcohol que les pudieran quedar.
Tras una corta caminata Rosa Lila
enfocó por fin un pequeño agujero circular abierto en el suelo, en un pequeño
claro abierto en la espesa vegetación. En el interior un recinto de unos tres o
cuatro metros cúbicos, excavado en la roca.
̶
¡Este es! ̶ confirmó por fin,
dando un pequeño suspiro de alivio ̶ , por un momento pensé que no lo
encontraría. Como puedes ver se trata de un pequeño silo para almacenar
alimentos. Ahora solo tendremos que depositar las ofrendas y esperar en
silencio, por ejemplo ahí ̶ dijo
iluminando con la linterna las raíces de una gran ceiba que crecía a escasos
metros.
Buscaron acomodo abrazados bajo
la protección de las enormes costillas que apuntalaban el impresionante
ejemplar de ceiba y se dispusieron a esperar, atentos a cualquier señal que les
indicara que un algún alux merodeaba
por las inmediaciones.
De pronto un ruido lo sobresaltó, despertándolo del profundo sueño en el que se había sumido.
Tras unos instantes de vacilación, Norte recordó la cena, la arqueóloga
hondureña, la botella de Guaro y la estúpida idea de intentar ver a un pequeño
duende maya. A su lado, bajo la manta que los cubría de la humedad de la noche,
sintió la rítmica respiración de Rosa Lila durmiendo profundamente sobre su
pecho. La besó dulcemente y se dispuso a dormir un rato más, sin embargo, el
rumor de unos pasitos, carreras y
saltos destacó claramente en el silencio de la noche, muy cerca de donde ellos
se encontraban y Norte sonrió y cerró los ojos. Pronto amanecería y, con la luz
del día, el mito maya de los aluxes se transformaría nuevamente en una leyenda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Haz un comentario